HISTORIA DEL PRIMER GENOCIDIO MODERNO El Imperio Otomano, los sirios y los armenios (1914-1918)

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HISTORIA DEL PRIMER GENOCIDIO MODERNO
El Imperio Otomano, los sirios y los armenios (1914-1918)

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HISTORIA DEL PRIMER GENOCIDIO MODERNO
El Imperio Otomano, los sirios y los armenios (1914-1918)

© The American Foundation of Syriac Studies
Titulo original: The Syrian-Armenian Tragedy (1914-1918)

Todos los derechos reservados, incluidos el derecho de reproducir este libro o partes de él por cualquier medio, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, sin permiso previo de la Fundación.

Impreso en Estados Unidos de América
Traducción y notas de Daniel Santacruz

INTRODUCCIÓN
Doctor Admer Gouryh

Ningún campo del conocimiento ha sido tan importante e indispensable como la historia, y probablemente ningún otro ha sido tan controvertido como ésta. La importancia de la historia radica en que nosotros, como seres históricos, creemos firmemente que hay una intrincada relación dialéctica entre el pasado y el presente, y cuánto mejor comprendamos el pasado —con todos sus altibajos— mejor preparados estamos para entender las complejidades del presente y así cerciorarnos de que el futuro sea estable. En otras palabras, aunque somos el resultado de la historia, consciente o inconscientemente hacemos todo lo posible por determinar el curso de ella. Sin embargo, la controversia que rodea a la historia radica en el acto de escribirla, el cual con frecuencia es manipulado, ya por la clase dominante o ya por el estado. Y este último puede modificar o distorsionar hechos históricos con el fin de proteger sus intereses o legitimar su dominio.

Ciertamente, el valor de la historia radica no solamente en el registro objetivo de eventos pasados —aunque esto tiene su importancia también—, sino que consiste mayormente en establecer puentes entre las generaciones presentes y sus antepasados, y entre el estado de ánimo existente y el de grupos que existieron en el pasado. Ese conocimiento del pasado arrojará luz sobre el presente y dejará ver si nuestra forma de pensar actual y nuestras actitudes han cambiado o han permanecido atadas a la misma vieja mentalidad. De ahí que nuestra reacción a los hechos históricos, así sean negativos o positivos, se base en cómo fue percibido o interpretado el pasado. Cuando nosotros, los que vivimos en el presente, nos preocupamos por las generaciones futuras, necesitamos tener un conocimiento objetivo e integral del pasado para que, por un lado, podamos liberarnos de mitos destructivos que probablemente —y sin que estos lo quisieran— ataron a algunos grupos del pasado y por el otro podamos preservar y atesorar sus enriquecedores ideales. Si no hacemos frente a nuestra historia pasada y a nuestra herencia de forma crítica, tal vez terminemos idolatrando ideologías políticas, raciales o religiosas engañosas que pueden desencadenar intolerancia, racismo, discriminación y genocidio en el presente o en el futuro.

Nuestro interés en examinar el pasado no es el resultado de un encaprichamiento con éste como tal o una mera exaltación de audaces hazañas pasadas. Surge, más bien, de nuestra experiencia actual de que la historia humana ha sido testigo de atrocidades cometidas contra minorías étnicas y religiosas, y existe siempre la creciente preocupación de que actos tan viles y destructivos como esos puedan repetirse en el futuro. Esa preocupación por la seguridad de las minorías es legítima y debe tenerse en cuenta porque todavía vivimos en un mundo infectado por divisiones sociales, prejuicio, discriminación, racismo e intolerancia. La masiva exterminación de miles de inocentes musulmanes en Bosnia (1) a manos de cristianos serbios es un claro ejemplo de que el racismo y el odio religioso todavía prevalecen en algunas partes del mundo.

Por fortuna, el exterminio de esos musulmanes recibió un inmenso cubrimiento periodístico en el mundo entero, el cual mostró compasión con su causa y se apresuró a poner fin a las atrocidades cometidas contra ellos. Sin embargo, los medios de prensa de Estados Unidos están todavía ajenos a cómo más de un millón de armenios y no menos de 250.000 cristianos sirios fueron masacrados por fuerzas otomanas y mercenarios en 1915. Esos medios han prácticamente dejado a su público en la oscuridad. Incluso los estadounidenses mejor educados desconocen cómo, cuándo y dónde ocurrió la masacre.

Turquía, los Balcanes, el mundo árabe y Occidente estaban gestándose cuando sucedió esa tragedia. Algunos países europeos buscaban nuevos aliados entre pueblos subdesarrollados y colonizados que estaban dispuestos a cooperar, incluso a colaborar, con Occidente contra el Imperio Otomano (2) y sus aliados. Tales sucesos, que fueron políticos y estratégicos, coincidieron también con el auge del nacionalismo, el cual movilizó rápidamente no sólo a los armenios contra la ocupación otomana, sino también a los árabes, a las naciones de los Balcanes y a los griegos. Por lo tanto, la prioridad de árabes, griegos, armenios y otras naciones oprimidas fue independizarse del Imperio Otomano, ya fuera por medios políticos pacíficos o militares.

Es obvio que el imperio se enfrentaba a fuerzas que lo desafiaban por dentro y por fuera, y tenía que responder a ellas de una forma u otra. Era de esperar que el ejército turco sofocara la revuelta armenia. Sin embargo, después de destruir la estructura política y militar de los armenios y desarmar a la toda la comunidad, las autoridades turcas no tuvieron razón alguna para usar su ejército y azuzar a la población para aniquilar a más de medio millón de armenios, la mayoría de los cuales eran gente pacífica, sin ningún interés en política.

Si se quiere entender la “ cuestión armenia “ seriamente, hay que tener en cuenta no sólo los temores nacionales y políticos del establecimiento turco, sino también la ideología subyacente del sistema turco de entonces. La razón para hacer énfasis en el papel destructivo de esa ideología radica en que la mayoría de los armenios no fueron masacrados por el ejército turco sino por ciudadanos turcos, lo cual es una clara indicación de que quienes cometieron crímenes tan brutales ya habían sido indoctrinados con etnocentrismo, prejuicio e intolerancia. Y una vez la población adopta una ideología etnocéntrica tiende a idealizarse a ella misma y a idealizar esa ideología, y quienes no son parte de su grupo étnico son estereotipados, o sea, son despojados de sus valores humanos, y considerados inferiores, corrompidos y pertenecientes a una raza maléfica. Mostrar a otros como una amenaza justificaría su destrucción. Según la ideología etnocéntrica del sistema turco, los armenios eran “ los otros ”, porque étnicamente no eran turcos ni musulmanes. Así pues, para los turcos intolerantes de esa época, su eliminación era legítima y justificada para que la sociedad turca se mantuviera etnocéntrica.

Los turcos de las décadas de 1910 y 1920 hicieron creer deliberadamente que el pueblo armenio era su principal rival, cuyo objetivo era dividir la tierra turca y socavar su soberanía para azuzar a los armenios contra otros grupos étnicos. Los turcos dijeron que la guerra contra los armenios tenía justificaciones políticas y nacionales. Sin embargo, nunca explicaron sus razones para matar a no menos de 250.000 pacíficos sirios cristianos, que habían vivido en suelo turco por casi dos mil años sin atentar contra el interés nacional o la integridad de Turquía. Es más, se consideraban ciudadanos turcos. Se conocían principalmente por ser una secta cristiana y sus instituciones —iglesias y academias— eran de naturaleza religiosa y educativa.

Durante la era bizantina los cristianos sirios se dedicaron a estudiar las ciencias y filosofía griegas, y durante las invasiones árabes a Siria, Irak y partes de Asia Menor no sólo se ocuparon de esas disciplinas sino que hicieron invaluables contribuciones al desarrollo de la filosofía árabe islámica. Impresionado por el constructivo papel que jugaron para educar a los musulmanes árabes en el siglo XVIII, Ahmed Amen, destacado historiador egipcio, llamó a los cristianos sirios “mentores de los árabes”.
Los académicos occidentales, estadounidenses y del Medio Oriente no le han dado la importancia que merece a la masacre de los cristianos sirios en Turquía. Incluso los escritores armenios, que están bien enterados del exterminio de estos, se muestran reacios a veces a mencionar las atrocidades. El genocidio de 1915 parece haberse vuelto un monopolio armenio, en vez de ser un problema humano.

Creemos que la brutal masacre de aquellos merece ser tratada y examinada detenidamente por sirios, armenios, estadounidenses, occidentales, árabes y turcos sin importar su raza y religión. Primero que todo, la exterminación de esa comunidad, que hablaba siriaco (3), es esencialmente un problema humano. A los sirios que les interese en examinar más de fondo el problema deben dejar de lado sus sentimientos nacionales, políticos y religiosos y ver la masacre desde una perspectiva puramente humana.

El presente estudio intenta investigar el contexto histórico, nacional y político de las relaciones turcas y armenias de comienzos del siglo XX. También tiene por objetivo examinar algunos importantes factores históricos que condujeron a la tensión que causó las hostilidades entre turcos y armenios, y que culminaron luego en la inconcebible masacre, o saferbalik (4). Aunque el autor de este estudio se ha basado en documentos históricos —algunos de autores occidentales, otros de académicos turcos y armenios— no ha agregado interpretaciones ni comentarios personales con el fin de que los lectores tengan fácil acceso a algunos hechos de los cuales pueden deducir cuáles fueron los factores negativos que existieron antes de 1915 que causaron y justificaron posteriormente la exterminación en masa de armenios inocentes y de un pueblo de lengua siriaca.

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(1) Entre 1992 y 1995. (N. del T.)
(1) El Imperio Otomano existió entre 1299 y 1923 y, en su apogeo, abarcó gran parte del sur de Europa, Asia occidental y Norte de Africa. Con Constantinopla como capital, el imperio lo formaron 29 provincias y numerosos estados vasallos. Dejó de existir como tal el 24 de julio de 1923 y fue reemplazado por la República de Turquía. (N. del T.)
(1) Idioma perteneciente a las lenguas semíticas. Dialecto del arameo, fue un lenguaje litúrgico y en el que se escribieron importantes obras cristianas entre los siglos III y XVII d.C. Antes de que el árabe ser convirtiera en el lenguaje dominante, el siriaco era el predominante entre los cristianos del Medio Oriente, Asia Central y el sur de India. Hoy se habla en pueblos de Siria, Turquía, Irán, Irak y Azerbaiyán. Existen comunidades de lengua siriaca en otras regiones del Medio Oriente, Europa, Australia, y Norte y Sudamérica. (N. del T.)
(4) Palabra turca que significa genocidio. Con ella se describen las masacres de las que se habla en este estudio. (N. del T.)

EL GENOCIDIO

Hanna Issa Touma

Las masacres que ocurrieron entre 1894 y 1896, en las cuales murieron unas 200.000 personas, fueron el primer contacto real que la mayoría de cronistas cristianos tuvieron con la brutalidad otomana y prácticamente una preparación para el verdadero genocidio, que se inició en 1915. Los cronistas no dejaron de responder al horror y tanto testigos como diplomáticos, corresponsales y humanitarios de muchas nacionalidades abordaron el tema en cientos de artículos y libros.

Luego, en 1909, ocurrió otra masacre, esta vez en Adana, al sur de Turquía, en la cual murieron aproximadamente 30.000 personas, pero la reacción que se expresó en las crónicas fue, nuevamente, un despliegue de tristeza y problemas. No hubo una reacción política internacional, aunque los embajadores de varios países ya le habían informado de lo sucedido a los líderes de naciones occidentales. Las indefensas víctimas que quedaban todavía en Turquía no podían hacer nada, y los que huyeron tenían que hacer frente a los retos que se les presentaron en los países que les abrieron las puertas. Esto puede explicarse, en parte, por qué durante años la generación que se fue al exilio concentró sus energías en adaptarse a un nuevo entorno, a dedicarse al cuidado de los miembros de la familia que de alguna forma habían sobrevivido, y a organizar escuelas e iglesias para perpetuar, en lo que fuera posible, un legado cultural en ambientes diversos y frecuentemente ajenos.
Los líderes otomanos organizaron las deportaciones y las masacres de las poblaciones cristianas para deshacerse de la Cuestión Armenia y crear así un orden homogéneo. A través de muerte y destrucción eliminaron a la mayoría de los armenios del Imperio Otomano, incluso de las tierras que históricamente les eran suyas, y alteraron radicalmente el carácter racial y religioso de la región.

Nuestro objetivo aquí es examinar tres preguntas: ¿Qué sucedió? ¿Por qué sucedió? y ¿Qué lecciones ha dejado el caso armenio que se puedan aplicar a casos similares? Muchos historiadores argumentan que la razón del genocidio fue a causa de la provocación de los armenios. Otros sugieren que las razones se hallan en el contexto de las relaciones entre armenios y turcos, y en los motivos del Comité de Unión y Progreso (CUP), el partido político dominante en esa época. Si había una condición necesaria para el genocidio, puede haberse debido a los desastres militares y políticos que ocurrieron entre 1908 y 1915, que aislaron a los armenios y alentaron el nacionalismo turco.

Fue este nuevo nacionalismo que no sólo transformó la identidad turca sino que también cambió la imagen de los armenios de millet (1) leal a minoría amenazadora y foránea. En ese sentido se puede decir que el desastre y la ideología separaron a los armenios de los turcos y facilitó su exterminación.

Muchos de los académicos que se han ocupado de estudiar a los Jóvenes Turcos y al CUP, que encabezaron la revolución de 1908 contra el sultán Abdul-Hamid II y que gobernaron a Turquía de ese año a 1918, estarían de acuerdo que el régimen de los Jóvenes Turcos, especialmente en sus fases finales, fue un desastre absoluto para los armenios y los cristianos sirios. Es de destacar que el CUP, dirigido por Talaat Pasha, Ministro del Interior, y Enver Pasha, Ministro de Guerra, fue responsable por las deportaciones que llevaron al genocidio de 1915.

Las matanzas empezaron ese año. Las primeras medidas que se tomaron contra los armenios y otros cristianos se iniciaron con la deportación de toda la población de las provincias de Oriente al desierto sirio y a Alepo, en Siria. Sin embargo, el destino de los sirios se hizo aparente en febrero de ese año cuando las tropas armenias que servían junto a las fuerzas otomanas fueron despojadas de las armas, desmovilizadas y asignadas a cuadrillas de trabajo. A la misma vez, los civiles armenios y cristianos sirios fueron despojados de las armas y a cada comunidad se le pidió que entregara un número específico de éstas. La búsqueda de armas, sin embargo, fue una oportunidad para destruir el liderazgo. Cuando los líderes comunitarios no pudieron entregar el número requerido, fueron arrestados por ocultarlas. Pero cuando las entregaron, fueron arrestados por conspirar contra el gobierno.

Las deportaciones, coordinadas entre el Ministerio del Interior, institución a cargo de la población civil, y el Ministerio de Guerra, encargado de las cuadrillas de trabajo —ahora sin armas—, comenzaron el 8 de abril de 1915 en Zeitun, al sur de Turquía, y en otras poblaciones. Las cuadrillas fueron detenidas por el ejército y masacradas, y los civiles en capacidad de trabajar fueron asesinados y los demás deportados.
Han pasado muchos años después de la tragedia, pero aún queda por escribir un sumario detallado del genocidio. Una de las mejores fuentes en Occidente es todavía el historiador estadounidense Arnold Toynbee, que resumió así la situación:

En cierta fecha en un pueblo o en una aldea cualquiera . . . el pregonero del pueblo iba por las calles anunciando que todo hombre armenio debía presentarse de inmediato al Edificio de Gobierno. En algunos casos el anuncio era hecho por los mismos soldados o gendarmes que estaban matando a todo armenio que encontraban en la calle . . . pero generalmente una llamada al Edificio de Gobierno era el paso preliminar. Los hombres se presentaban en su ropa de trabajo . . . Al llegar eran arrojados en la prisión sin ninguna explicación, dejados ahí un día o dos, y luego sacados del pueblo en grupos, un hombre atado al otro, marchando en dirección al sur o al sureste. Se les decía que estaban iniciando un largo viaje a Mosul (2) o quizás a Bagdad (3) . . . Pero no tenían mucho tiempo para pensar en su situación porque se les hacía detener y se les masacraba en el primer paraje solitario del camino. Lo mismo se hacía con los otros hombres armenios que habían estado prisioneros durante los largos meses de invierno, acusados de conspirar o de esconder armas . . . De esto estaban a cargo las autoridades civiles . . .

Con la excepción de Bitlis, Mush y Sassun (4), donde toda la población fue seleccionada por el ejército para ser exterminada, las mujeres, los niños y los hombres que habían sobrevivido en otros pueblos fueron deportados. Al pasar por pueblos y aldeas, las columnas de indefensos armenios y cristianos eran atacadas una y otra vez por asaltantes, pero más frecuentemente por turcos y kurdos. Los gendarmes del Ministerio del Interior, que estaban para proteger a los deportados, se unieron a la violencia, en vez de tratar de aplacarla. Fue un intento deliberado y sistemático para eliminar a la población cristiana del Imperio Otomano el cual, en cierta forma, cumplió su objetivo con algo de éxito.

Una masacre o un genocidio siempre dan lugar a una controversia sobre el número de víctimas. Los que niegan que tales hechos ocurrieron minimizan las cifras. Los que los afirman, las aumentan. Ciertamente, no se pueden citar cifras exactas. Si uno acepta las cifras del Patriarca Armenio como referencia, la población armenia de mediados del siglo XIX era de 2.5 millones. Toynbee, sin embargo, es más cauto y sugiere que el número es de unos 1.6 millones.

Toynbee estima que para 1915, 600.000 personas de esos 1.6 millones habían sido muertas. En 1916 solamente, 320.000 más cayeron víctimas. Esto deja un total de más de un millón, además de los que murieron de hambre, miseria y enfermedad. A eso hay que agregarle medio millón de cristianos que murieron en el genocidio. Aram Andonias escribe:

Tres grandes masacres tuvieron lugar después de 1916 . . . Hombres, mujeres y niños de Constantinopla (5) y los distritos cercanos a la línea del tren de Anatolia y Cilicia (6) fueron llevados al desierto, donde encontraron gente de las seis provincias armenias y de las riberas del Mar Negro. Este último grupo, sin embargo, consistía solamente de mujeres, y niños y niñas de siete años y menos, pues todos los varones de mayores de siete habían sido masacrados. Todos ellos fueron las víctimas de las tres masacres. La primera fue la de Res-ul-Ain, en la cual 70.000 personas murieron; la segunda fue en Intilli, donde había unas 50.000 personas, la mayoría de las cuales trabajaba en un túnel del ferrocarril a Bagdad; y la tercera, la más feroz de todas, fue en Der Zor (7), donde Zia Bey (8) masacró casi 200.000 . . . Las cifras sólo indican el número de gente que fue masacrada. Si le agregamos a esas cifras la cantidad de los que fueron víctimas de miseria, enfermedad y hambre, especialmente en Res-ul-Ain y Der Zor, el número de armenios que fueron muertos o murieron en el desierto excederá el millón.

Apenas la población cristiana fue físicamente desplazada, liquidada y reemplazada por turcos o armenios, todos sus símbolos culturales, como iglesias y nombres de lugares, fueron destruidos o desaparecidos. Era como si el CUP hubiera querido borrar incluso el recuerdo de la existencia de armenios y cristianos.
En la Turquía contemporánea, según dijo el autor y ensayista de origen armenio Michael Arlen, toda conexión con los armenios han sido borrada como si fuera un acto voluntario. Esto nos convence de que lo que se hizo contra los armenios y cristianos fue genocidio. La pregunta que debe hacerse es por qué.

Un número de historiadores está de acuerdo que la razón del genocidio armenio deriva de la provocación de los armenios, o sea de la intolerable amenaza que estos presentaban para Turquía y el CUP. Un argumento a favor de la provocación viene del historiador estadounidense Bernard Lewis. Dice éste del auge del nacionalismo armenio en la segunda mitad del siglo XIX:

Para los turcos, el armenio era la más mortal de las amenazas. Podían retirarse, aunque a regañadientes, de las tierras que conquistaron a serbios, búlgaros, albanos y griegos, y abandonar provincias distantes y reducir el [tamaño del] imperio. Pero los armenios, que habitaban en toda Turquía, desde la frontera del Cáucaso a la costa del Mediterráneo, vivían en el mismo corazón de la patria turca. Renunciar a esas tierras hubiera significado no solamente el truncamiento sino la disolución del estado turco. Poblados turcos y armenios, inextricablemente mezclados, habían vivido como buenos vecinos durante siglos. Una desesperada lucha entre ellos empezó ahora por la posesión de una patria única que terminó con el terrible holocausto de 1915, cuando perecieron un millón y medio de armenios.

Para Lewis, entonces, el genocidio parece ser un caso claro de dos nacionalidades en conflicto. Los armenios eran una minoría de religión cristiana que vivía tanto en Turquía como a lo largo de la frontera de ésta con Rusia. Como otras minorías del Imperio Otomano, se vieron atrapados en el nacionalismo, tan común en el siglo XIX y a comienzos del XX. De aquí que, como serbios, búlgaros, albanos y griegos, era de esperar que se separaran. Aunque la secesión de esas nacionalidades hubiera sido un golpe al poder y prestigio del imperio, la separación de Armenia hubiera marcado la desaparición de aquél, pues los armenios eran parte del alma de Turquía.

Lewis dice que las dos naciones, Armenia y Turquía, estaban trabadas en una lucha desesperada por la posesión de una sola patria. Claramente, si no se conoce mejor la situación, uno estaría bajo la impresión de que los armenios, como los turcos, estaban armados y eran poderosos. Pero la verdad es que los armenios no estaban unidos bajo un partido político y no contaban con un fuerza militar para conquistar a los turcos o para defenderse de ellos. El sentimiento nacionalista armenio era, en cierta forma, parecido al de los turcos. El nacionalismo turco no se había definido como lo definiría Mustafá Kemal (9), conocido después como Ataturk, pero si existía al estilo de Ziya Gokalp (10), de quienes se hablará más adelante.

¿Qué era el nacionalismo armenio? ¿Qué fronteras y poderes reclamaba para sí mismo? ¿Y en qué se diferenciaba del de otras nacionalidades, incluido el de los turcos, que habitaban en el tambaleante Imperio Otomano? Decir que el movimiento armenio era la más mortal de las amenazas es ser extremista. ¿Pero qué significa esto? ¿Significa que los turcos percibían a los armenios como una amenaza mortal o eran estos ciertamente una amenaza? Si se cree lo primero, entonces no habría discusión. Taalat y Enver, ministros del Interior y de Guerra, respectivamente, habían dicho que temían a los armenios por ser una amenaza a la integridad de Turquía. Dada la drástica situación de los Jóvenes Turcos, para quienes la secesión de minorías iba de la mano con derrota militar a gran escala, uno podría asumir que sus percepciones y juicios no eran claros. La pregunta es, sin embargo, si el temor de los Jóvenes Turcos a los armenios fue causado por las acciones y capacidades de estos o por otras razones, entre ellas la desesperada situación de aquel partido político y su nueva fe en el nacionalismo turco.

Dos partidos políticos armenios, el Hishnak y el Dashnak (11), tenían buenas relaciones con los Jóvenes Turcos, especialmente después de las masacres de 1894 a 1896 y, por lo tanto, pudieron haber representado una amenaza para el régimen del sultán Abdul-Hamid, como se vio antes. En cuanto al argumento de que eran una amenaza para los Jóvenes Turcos, en 1908, cuando ocurrió la revolución, ni la población armenia ni ninguno de los partidos armenios eran considerados como tal. Al contrario, los armenios se alegraron cuando el ejército y los comandantes del CUP triunfaron. La caída del sultán y la restauración de la Constitución de 1876 era todo lo que querían los armenios y sus partidos, principalmente el Dashak. Los largos años de participación activa en el ala liberal del movimiento de los Jóvenes Turcos habían dado fruto por fin. Lewis describe el entusiasmo de esa hora: La larga noche del despotismo de Hamid había terminado; la aurora de la libertad había llegado. La Constitución había sido proclamada otra vez y se había dispuesto tener elecciones. Los armenios y los turcos se abrazaron en las calles. Uno asume, pues, que en 1908 los armenios, en general, y los miembros del Dashnak, en particular, no eran una amenaza mortal para el Imperio Otomano. ¿Qué hizo, pues, que los armenios aparecieran como tal?

Aunque es discutible que el régimen deba ser culpado por las masacres ocurridas en Adana en 1909, se cree que unos 30.000 armenios murieron. Estas masacres, más la creciente dureza del CUP y la continua inseguridad de los campesinos armenios frente a los deportaciones de los kurdos, afectaron las relaciones entre los Jóvenes Turcos y los armenios. Como escribe Roderic H. Davison, un erudito en el tema:

La desilusión de los armenios tuvo su causa en las masacres de 1909, las llamadas “vísperas de Cilicia”, en la Baja Armenia, por las cuales los Jóvenes Turcos deben compartir gran parte de responsabilidad. Problemas duraderos vinieron con las deportaciones de los turcos en la Gran Armenia . . . Kurdos itinerantes, o muhajirs, se apropiaron de las tierras de muchos armenios que habían sido masacrados o que habían huido en 1895. Cuando algunos de los refugiados regresaron en 1908, los kurdos no devolvieron las tierras . . . A partir de 1909 el vice cónsul francés describió la situación como “una guerra real entre los dos pueblos”.

La respuesta de los armenios fue pedir más autonomía en asuntos internos y más protección del gobierno contra las deportaciones de los kurdos. Rusia tomó nota de la situación, la cual revivió la Cuestión Armenia en 1912. Puesto que en 1907 la Gran Bretaña y Rusia habían llegado a un acuerdo para resolver disputas coloniales, Rusia tuvo la tentación, nuevamente, de extender su influencia. Para ello encontró apoyo entre el liderazgo armenio en la Asamblea Nacional, la cual quería usar a Rusia como ventaja estratégica contra el CUP. En febrero de 1914 se llegó a un acuerdo entre los Poderes Centrales (12) y el CUP, el cual pedía el nombramiento de un Inspector General europeo en las provincias orientales para que supervisara las relaciones intercomunitarias.

Uno puede imaginar la humillación e ira que sintieron los nacionalistas turcos con la propuesta interferencia. Parece que para 1907, el Dashnak, el principal partido político armenio, que decía tener 165.000 miembros, no había apoyado el separatismo o la ocupación rusa. Según escribe Davison, para ellos el problema se trataba de un reforma en el Imperio Otomano. No creían que la ocupación rusa les traería más libertad. Por el contrario, agrega, creían que era imposible que Armenia se separara por completo, tanto etnográfica como geográficamente, de Turquía.
Algo en las acciones de la víctima hace que el victimario, o sea el que ha sido provocado, reaccione con violencia. Si los armenios se hubieran portado de forma diferente o hubieran actuado de manera menos amenazadora, el CUP no hubiera optado por el genocidio en 1915. Si hubiera habido menos comunistas, banqueros, tenderos, periodistas o mendigos judíos, no hubiera habido un Holocausto. No se puede sugerir que la víctima fue un chivo expiatorio cuyos motivos y acciones no jugaron un papel en la violencia. Son tanto el victimario y la víctima, y las relaciones entre los dos, que deben ser examinads para lograr una explicación completa.
Nos acercamos a la verdad de por qué los armenios fueron vistos como una amenaza mortal, lo cual llevó al genocidio, cuando nos alejamos de las intenciones y supuestas provocaciones de las víctimas y examinamos, por un lado, el contexto de las relaciones entre armenios y turcos, y por el otro, las experiencias y el punto de vista de los victimarios. Tanto el contexto de las relaciones y los puntos de vista del CPU se vieron alterados drásticamente cuando, entre 1908 y 1915, los Jóvenes Turcos no pudieron tolerar más derrota en batallas o la secesión de minorías. El repliegue del imperio de Europa a Anatolia (13) no fue menos que un desastre militar y político para los turcos, pero tuvo consecuencias para los armenios. No solamente el repliegue aisló a esta minoría, sino que más serias produjo un cambio crucial que fue del pluralismo otomano a un estrecho nacionalismo turco en la perspectiva ideológica y la visión del mundo del partido dominante. Estas dos consecuencias dieron lugar a la creencia de que los armenios eran una amenaza mortal para la cual una respuesta mortífera se consideraba apropiada.

La pérdida de las provincias europeas destruyeron el carácter multinacional y multirreligioso del Imperio Otomano. El desastre empezó el 5 de octubre de 1908, unos tres meses después de la revolución de los Jóvenes Turcos, cuando Bulgaria proclamó su independencia, y al día siguiente, el 6, Austria anexó Bosnia y Herzegovina, la cual había ocupado desde 1878. En 1911, los italianos capturaron Libia y al año siguiente los estados de los Balcanes dejaron a Turquía fuera de Europa.
Para 1911 los turcos habían perdido unos 424.000 kilómetros cuadrados, de una área de aproximadamente 1’855.570 kilómetros cuadrados, y 5 millones de habitantes, de una población de unos 24 millones. Para 1913, Talaat y Enver ya estaban en el poder y el gobierno otomano había perdido el territorio que tenía en suelo europeo, excepto por una franja para proteger los estrechos de Estanbul.

Los griegos, y luego los cristianos de los Balcanes, se habían separado, lo que hizo que los armenios quedaran como una de las grandes minorías cristianas todavía bajo dominio otomano. Pero los armenios no eran cualquier minoría. Durante el siglo XIX pasaron por un desarrollo social, económico y político que se calificó de “renacimiento”. Se ha especulado que este desarrollo fue el factor que contribuyó a las masacres de 1894 a 1896, ocurridas bajo el régimen del sultán Abdul-Hamid.
Nuestra hipótesis es que el régimen del sultán cometió o toleró las masacres no para exterminar a los armenios sino para darles una lección, para que permanecieran en el lugar que les correspondía en el millet, para obstaculizar su renacimiento y para restaurar el antiguo orden. El arribo de los Jóvenes Turcos, con su énfasis en renovación y modernización, se mostraba como una oportunidad para los armenios, y estos pusieron sus energías en el nuevo régimen. Trágicamente, sin embargo, para 1912, a medida que el nuevo régimen se hizo menos tolerante y más nacionalista, la aptitud de los armenios para la modernización debió hacerlos aparecer como una amenaza para el CUP.

En resumen, la desastrosa pérdida de territorio y población que el imperio sufrió entre 1908 y 1912 aisló a los armenios e hizo que fueran más prominentes y se hicieran más visibles de lo que deseaban. Su continua movilidad social fue un reto a la supremacía turca y musulmana, aunque eso no fue todo.

Debe tenerse en cuenta que después de los desastres turcos, la mayoría de la población armenia no habitaba en cualquier parte de las regiones otomanas. Muchos de los campesinos armenios vivían al oriente de Anatolia, una región considerada el corazón de Turquía, colindante con Rusia, el enemigo tradicional de Turquía. Una población considerable de armenios vivia al otro lado de la frontera rusa. Estas circunstancias arrojan una preocupante mirada en dirección a los armenios.
Como dijo Lewis, los Jóvenes Turcos, en parte en respuesta a la crisis se vivió de 1908 a 1912, experimentaron y contribuyeron a engendrar un cambio en identidad e ideología que vino a reemplazar el otomanismo con el nacionalismo.
Así pues, hace notar al comienzo de su magistral libro:

Los turcos son un pueblo que habla turco y vive en Turquía. A primera vista, esto no parece ser algo de gran originalidad, ni de ningún contenido revolucionario. Sin embargo, la presentación y propagación de esta idea en Turquía, y su consiguiente aceptación por el pueblo turco como expresión de su identidad y estadidad, ha sido una de las mayores revoluciones de la era moderna, la cual ha implicado un rompimiento radical con las tradiciones sociales, culturales y políticas del pasado.

El argumento de Lewis aquí es que los herederos del Imperio Otomano —los Jóvenes Otomanos, los Jóvenes Trucos y el mismo Mustafá Kemal— tuvieron que presidir sobre una gran revolución no sólo de percepción e identidad sino política para crear una Turquía moderna. El genocidio de los armenios, el primero de la era moderna, fue un producto de esta revolución nacionalista y, a la misma vez, un paso en su desarrollo.

Para entender el nacionalismo turco y cómo pudo haber contribuido a gestar el genocidio, necesitamos verlo en contraste con dos tendencias que competían con él a la misma vez y que no germinaron: el otomanismo y el panislamismo. Durante el Tanzimat, el período de reforma del siglo XIX, la ideología dominante fue el otomanismo, cuyas doctrinas fueron plasmadas en la reforma constitucional de Midhat Pasha. El otomanismo aspiraba a mantener la integridad del imperio al permitirle más autonomía a los millets minoritarios y al incorporar ciertas reformas liberales y derechos para beneficio de todos los otomanos, sin importar su religión u origen nacional. Debe recordarse que bajo el sultán Abdul-Hamid el otomanismo tuvo que pasar a la clandestinidad, donde encontró apoyo entre minorías como los dashnaks armenios y el ala liberal del movimiento de los Jóvenes Turcos, que lideraba el sultán Sabahaddin.

El sultán había fracasado ya en su intento de preservar el imperio al apelar el panislamismo. Después de 1908, sin embargo, el panislamismo volvió a ponerse en boga, pero con la exitosa revuelta y la secesión de las nacionalidades musulmanas, especialmente en Albania y Macedonia, la esperanza de que el islam pudiera servir de base para una unidad imperial sufrió un serio revés. El golpe final al panislamismo, como dice Davison, fue la actitud de los árabes en el imperio. Cuando estos, que estaban del lado de la Gran Bretaña, empezaron a atacar a los goberantes turcos, se hizo claro que la unidad árabe era apenas un espejismo y que el panislamismo no tenía ningún valor como doctrina política. Los Jóvenes Turcos abandonaron el otomanismo y el panislamismo en 1914 y gravitaron hacia el nacionalismo turco.
Aunque sería Mustafá Kemal quien finalmente estableció las fronteras del estado turco, definiendo así el ámbito territorial y social del nacionalismo turco, esta doctrina, al principio, tomó la forma de ideología rebelde. Fue ésta una especie de panturquismo, llamado turanismo, que creía que todas las personas de habla turca tienen una cultura común y que deben unirse bajo una entidad política. Puesto que había gentes de habla turca en el Cáucaso ruso, Asia Central y Crimea, el turanismo, en teoría, aspiraba a convertirse en el Imperio Otomano, pero sin los molestos problemas que creaban las minorías que habitaban en él. En la práctica, el turanismo tenía pocas posibilidades de éxito, aunque su principal logro fue inculcarles a los turcos otomanos el orgullo de ser turcos. Por otro lado, sin embargo, quería hacerles ver a minorías como los armenios que tenían poco derecho a existir en una nueva entidad política.

Para ilustrar cómo el nacionalismo vino a ser usado en el contexto turco, sería constructivo citar a Gokalp. Uri Heyed, su biógrafo, observó que Gokalp esbozó en sus obras los cimientos de un estado nacional y moderno, que sería establecido después por Mustafá Kemal. Además de su influencia intelectual sobre Talaat y Enver, Gokalp fue miembro del Consejo Central y nombrado —cuando el CUP asumió el poder— para que investigara las condiciones de las minorías, especialmente los armenios. Heyed dice que una parte considerable de las ideas de Gokalp fueron aceptadas por el partido y puestas en práctica por el gobierno durante la Primera Guerra Mundial. En 1919, cuando las fuerzas aliadas entraron a Constantinopla, fue arrestado con otros miembros del CUP. Al ser llevado a juicio por su participación en el genocidio:

Gokalp negó que hubo masacres y explicó que los armenios habían sido muertos en una guerra entre ellos y los turcos, a quienes traicionado. No dudó para admitir, sin embargo, que había aprobado la expulsión de los armenios. El Tribunal Militar lo sentenció al exilio, junto con sus amigos.

En su análisis del pensamiento de Gokalp, Heyed dice que la República Turca trató de hacer realidad el ideal del pensador de una nación turca y homogénea. La mayoría de la población griega fue canjeada por turcos, y la mayoría de los armenios se fueron gradualmente de Turquía.

El nacionalismo turco reflejaba un paralelo con la doctrina de un nacionalismo integral, enunciada en Europa por figuras como Fichte y Herder. Según esa doctrina, las unidades primarias de acción histórica y política no son fuerzas sociales y económicas, como las clases, ni tampoco dinastías o personajes heroico, sino naciones que tienen sus orígenes en un tenue pero glorioso pasado. O sea, en una época de oro.
Por su parte, Gokalp vio en el pasado turco, no en el pasado otomano, una época de oro que antecedía a los orígenes del islam. Se jactaba de las hazañas militares de conquistadores turcos como Atila, Gengis Khan y Timur Babur. Comparó la era en que estos vivieron con la debilidad del presente. Hizo énfasis en las afinidades nacionales entre turcos y pueblos como los escitas (14), los sumerios (15) y los hititas (16), entre quienes encontró las mismas cualidades morales que distinguían a los turcos de otros pueblos: hospitalidad, modestia, lealtad, coraje y rectitud. Digna de mencionarse fue la actitud de los turcos hacia los pueblos dominados por estos. Aunque el amor de los turcos por su propio pueblo fue fuerte, no oprimieron a otras naciones. Agregó, sin embargo, que la espada del turco, así como su pluma, ha regocijado a los árabes, los chinos y los persas. El turco ha creado historia y un hogar para cada pueblo. Se engañó por el beneficio de otros. En un poema, Gokalp escribió:

Tuvimos éxito en conquistar muchos lugares, pero espiritualmente fuimos conquistados en todos ellos.

De acuerdo con Heyed, Gokalp definió a una nación como:

. . . una sociedad de gentes que hablan el mismo lenguaje, han tenido la misma educación, y están unidos por su ideal religioso, moral y estético. En resumen, tienen una cultura y religión comunes.

A primera vista esta definición es claramente inocua pero, en el contexto del pluralismo otomano —y teniendo como base religión, historia y ascendiente— excluye a los armenios y a otras minorías de la nueva entidad turca. Los griegos, los armenios, los sirios y los judíos que vivían en Turquía eran turcos de ciudadanía, pero no de nacionalidad. Seguían siendo un cuerpo extraño en el estado nacional turco.
Para Gokalp, la nación no es solamente una teoría analítica, sino un principio básico de acción moral. Como observa Heyed, según Gokalp, si se reemplaza la creencia en Dios por la creencia en nación, el nacionalismo se ha convertido en religión. Dicho en forma sencilla, el bien sin límite es el bien de la nación y, por lo tanto, todo está permitido.

Dada la identificación de Gokalp con el bien de la nación y la exclusión de los armenios de ella, se desprende entonces que él excluyó a los armenios de sus inquietudes morales. Es de destacar que esta clase de nacionalismo era bastante diferente al otomanismo, el cual no solamente les dio a las minorías un lugar en el imperio, sino que también definió ciertas responsabilidades morales y políticas que debían tener las clases gobernantes hacia ellas y todos los millets. Desde la novedosa perspectiva del nacionalismo, armenios, sirios y griegos vinieron a ser considerados como extraños. En este sentido puede decirse que los enunciados de Gokalp contribuyeron a la separación de los turcos de los armenios y de otras minorías, y prepararon el terreno para su destrucción.

En el momento más crítico de las deportaciones y las matanzas, el embajador estadounidense Henry J. Morgenthau le preguntó a Talaat por qué, supuestamente, los armenios que habían sido desleales no podían ser separados de los que habían sido leales. Talaat contestó: “Nos han reprochado por no distinguir entre el inocente y el culpable, pero eso fue totalmente imposible dado que los que fueron inocentes pueden ser culpables mañana”.
Morgenthau revela la actitud de Talaat en un fragmento aun más aterrador:

Un día Talaat hizo la petición más asombrosa que he oído. Por muchos años [las compañías aseguradoras] New York Life Insurance Company y Equitable Life of New York habían tenido clientes armenios. Talaat dijo: “Me gustaría que usted hiciera que las compañías aseguradoras americanas nos envíen una lista completa de los armenios que tienen pólizas de seguro. Prácticamente todos ya están muertos y no han dejados herederos para que cobren el dinero. Todo, por supuesto, va a Estados Unidos. El gobierno [turco] es el beneficiario ahora. ¿Puede hacerlo?”

El embajador se negó. El cambio fue sorprendente. Del tradicional concepto que tenían los musulmanes y los otomanos de los armenios como “pueblo del libro” —el millet que había jugado un papel vital incluso bajo el sultán Abdul-Hamid y el más leal—, se pasó al de Talaat, según el cual aquellos se habían convertido en un ente foráneo cuya única función, aun en la muerte, era explotarlos por su dinero.
La observación de Lewis de que los turcos eran un pueblo que habla turco y vive en Turquía tuvo profundas consecuencias para los que no eran turcos, especialmente, los armenios, pues ahora estos podían considerarse turcos también. La transformación de identidad en el grupo mayoritario implica un cambio en cómo éste considera a las minorías. Una vez los turcos se convierten en turcos, los nacionalistas como Gokalp, Talaat y Enver vieron a los armenios bajo un nuevo prisma, no como un millet antiguo, sino como extraños que no debían vivir entre ellos. Además, esos extraños eran considerados parte de un peligroso contexto: eran la última de las minorías cristianas que todavía permanecían dentro de las nuevas y preciosas fronteras. Había habido un despertar nacionalista entre los armenios, y en medio de la guerra se dijo que simpatizaban con el lado ruso. En 1896, el Dashnak confiscó el Banco Central de Turquía y en 1905 sus miembros trataron de matar a Abdul-Hamid. Con razón se consideraban a los armenios una amenaza mortal.
El genocidio de los armenios y otros cristianos, sin embargo, no puede ser visto como una reacción a la provocación armenia, sino como una respuesta a los drásticos cambios que se llevaron a cabo en el Imperio Otomano a finales del siglo XIX y al auge de la revolución nacional turca. Como muchos historiadores han observado, ésta tuvo éxito al crear una nueva Turquía, pero en su paso estuvo a punto de destruir a los armenios y a otros cristianos.

Genocide/Statement & Description

Issue #7

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(1) Millet es una palabra árabe que se refiere a las cortes que requerían minorías del Imperio Otomano, como cristianos y judíos, para manejar sus asuntos comunitarios de acuerdo a sus leyes religiosas. Se usó, también, para referirse a grupos religiosos minoritarios protegidos legalmente. (N. del T.)

(1) Ciudad al norte de Irak, sobre el río Tigris. (N. del T.)

(1) Capital de Irak. (N. del T.)

(1) Provincias al oriente de Turquía. (N. del T.)

(1) La ciudad, sobre el Mar de Marmara, se conoce como Estanbul desde 1930. (N. del T.)

(1) Al sur de Turquía. (N. del T.)

(1) Al norte de Siria. (N. del T.)

(1) Jefe de espías del sultán Abdul-Hamid. También se cree que fue director de la policía secreta turca. (N. del T.)

(1) Fundador de la República de Turquía. (N. del T.)

(1) Sociólogo, escritor, activista político y poeta nacido en 1876 y muerto en 1924. Su verdadero nombre era Mehmed Ziya. Adoptó su nombre de pluma, Gokalp (“héroe del cielo”), en 1908. Escribió varias obras de poesía, e historia y civilización turcas. (N. del T.)

(1) Hishnak son las siglas del Partido Democrático de Armenia. Dashnak son las siglas del Partido Revolucionario de Armenia. (N. del T.)

(1) Los Poderes Centrales fueron Alemania, Bulgaria, el Imperio Otomano y Austria-Hungría. (N. del T.)

(1) Término geográfico e histórico que designa la parte de Asia más cercana a Europa y que comprende la mayoría de la República de Turquía. La limitan el Mar Negro por el norte; Georgia por el nororiente; el Mediterráneo por el sur; y el Mar Egeo por el occidente. La región era conocida como Asia Menor en latín y como Mikrá Asia en griego. Su nombre turco es Anadolu. (N. del T.)

(1) Habitantes de Escitia, una antigua región que se extendió de la desembocadura del río Danubio, en el Mar Negro, hasta la frontera con China. Los escitios, que florecieron del siglo XVIII al IV a.C., fueron nómadas y diestros jinetes. Su idioma es el escitio, y se cree que se originaron al oriente de Siberia y luego se desplazaron hacia el sur de Rusia. (N. del.)

(1) Un pueblo no semita que habitó Sumeria, una región al sur de Mesopotamia en lo que es el actual Irak. Los sumerios existieron, aproximadamente, emtre el año 3500 a.C y el 2000 a.C. Fundaron ciudades-estados, de la cual la más famosa es Ur, y fueron conocidos por su cultura, arte y artesanías. (N. del T.)

(1) Un pueblo no semita que estableció un reino al norte de Anatolia a partir del siglo XVIII a.C. En su apogeo, en el sigo XIV, el reino se extendió hacia el sur de Siria, Palestina y la Alta Mesopotamia. Fueron una de las siete naciones que vivieron en Canaan en época de Moisés. Sus orígenes están rodeados de misterio. (N. del T.)

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Apéndice

Armenia en la historia

Armenia fue una de las primeras civilizaciones en el mundo. Algunos especialistas consideran que Armenia es una de las primeras regiones donde se fundieron hierro y bronce, y donde se cree también que se cultivaron por primera vez cereales como centeno. Durante la mayoría de su historia estuvo bajo control, u ocupada, por fuerzas asirias, persas, romanas, mongoles, otomanas y rusas. Existieron estados independientes armenios por cortos períodos de tiempo, de los cuales el más grande —bajo control del rey armenio Tigranes el Grande— se extendió del Mar Caspio al Mediterráneo y partes de lo que es hoy Siria. Perdió su independencia con la invasión de los romanos en el año 69 a.C.
En varias épocas de su historia Armenia fue tratada severamente por los poderes extranjeros que la tenían sometida. La invasión de turcos nómadas de la dinastía selkuj en el siglo XI tuvo como consecuencia la primera emigración de armenios en gran escala. Otros períodos de emigración siguieron, especialmente durante el siglo XIX, cuando aquellos fueron perseguidos por gobernantes rusos y otomanos por exigir reformas políticas. Entre 1894 y 1896, cientos de miles de armenios fueron masacrados por fuerzas turcas. El gobierno ruso, aunque no tan represivo como el de los Jóvenes Turcos (1908-1918), clausuró escuelas armenias y ordenó la confiscación de propiedades de la Iglesia armenia. Una masacre de mayores proporciones ocurrió en el siglo XX, cuando el gobierno de los Jóvenes Turcos quiso trasladar a los armenios a Mesopotamia. Se estima que entre 1915 y 1923 más de un millón murió a consecuencia de esas medidas.
Armenia se declaró estado independiente en 1918, después del fracaso de la Federación Trascaucásica, que formó con Georgia y Azerbaiyán, la cual tuvo una corta existencia. En 1922, fue incorporada a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como parte de la República Socialista Soviética Transcaucásica y en 1936 se convirtió en una de las Repúblicas Socialistas Soviéticas.
A finales de la década de los ochenta el deseo de Armenia de independizarse se expresó en manifestaciones populares, a pesar de medio siglo de gobierno soviético. Los armenios aprovecharon la política de glasnost (1) del gobierno del presidente Mikhail Gorbachev para protestar públicamente por el estado del medio ambiente y exigir la anexión de Nagorno-Karabakh, un enclave armenio en Azerbaiyán (2). En 1988, un terremoto en Armenia mató unas 25.000 personas y dejó unas 400.000 sin hogar. Al año siguiente, el Soviet Supremo de Armenia declaró que Nagorno-Karabakh era parte de Armenia y proclamó la soberanía de la república sobre él. Los armenios votaron abrumadoramente el 21 de septiembre de 1991 para separarse de la URSS y dos días después el Parlamento armenio declaró la independencia de Armenia. En octubre, Levon Ter-Petrosyan, ex presidente del Supremo Soviet Armenio, se convirtió en el primer mandatario elegido popularmente al haber obtenido 80 por ciento de los votos. La nueva república se hizo miembro de las Naciones Unidas en 1992.
Las tensiones políticas aumentaron en el país en los primeros años de la independencia. Las dificultades surgidas después del terremoto de 1988, la guerra en Nagorno-Karabakh y el bloqueo económico que inició Azerbaiyán contra Armenia resultaron en una creciente oposición política al gobierno. El partido dominante, el Movimiento Nacional Armenio, que promueve un moderado programa de reforma económica y delimitación territorial, se vio retado por varios partidos políticos. El principal fue la Federación Armenia Revolucionaria (FAR), que ha existido durante más de cien años y que fue el partido dominante durante el breve período de independencia, que duró de 1918 a 1922. La FAR, que ejerce un gran dominio sobre las fuerzas militares armenias en Nagorno-Karabakh, rechaza las reformas económicas al mercado y aboga por un acercamiento con Rusia. El primer ministro Kosrov Arutyunyan fue forzado a renunciar en 1993 a causa de la presión política ejercida por la FAR y otros grupos de oposición. Un primer ministro interino, Hrant Bagratyan, fue nombrado en su lugar. También en 1993 las fuerzas armenias derrotaron al ejército azerbaiyani en varios enfrentamientos armados, que tuvieron como resultado que Armenia ganara control de Nagorno-Karabakh. Al año siguiente, Azarbaiyán inició una nueva ofensiva contra las fuerzas armenias allí, pero el número de víctimas y refugiados fueron mayores que los logros. Se acordaron varios ceses de fuego, algunos con Rusia actuando como intermediario, que fueron violados después. Mientras tanto, Armenia seguía siendo víctima de un embargo por parte de Azerbaiyán, a la vez que continuaba la escasez de electricidad, alimentos y combustible. En noviembre de 1994, el presidente Ter-Petrosyan anunció nuevas reformas para estabilizar la economía. Como respuesta a éstas, el Fondo Monetario Internacional aprobó el retiro de $25 millones de dólares en diciembre. Ese mes también, Ter-Petrosyan suspendió del Parlamento a la FAR, a la cual acusó de terrorismo, tráfico de drogas y asesinatos políticos.
A comienzo de 1995, Armenia controlaba 20 por ciento de territorio de Azerbaiyán. Fuerte presión para poner fin al conflicto vino de las compañías petroleras occidentales interesadas en construir un oleoducto del Mar Caspio a Turquía. El proyecto no podía iniciarse sin que se resolviera el conflicto en Nagorno-Karabakh, así pues, a mediados de 1996 la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), con el apoyo de Estados Unidos, medió en la disputa. También a comienzo de 1995, el Parlamento empezó a trabajar en la ratificación de la nueva Constitución y en julio del mismo año, Armenia, como nación independiente, celebró las primeras elecciones legislativas y un referendo constitucional. Los ciudadanos emitieron dos votos: uno para elegir un diputado para uno de los 150 distritos electorales y el otro para votar por candidatos de listas de partido, de donde se eligieron 40 miembros adicionales. Los escaños parlamentarios se asignaron proporcionalmente a partidos que recibieron un mínimo de 5 por ciento del voto. El bloque republicano, del cual el Movimiento Nacional Armenio es el miembro más influyente, se llevó la mayoría de los escaños. La OSCE supervisó que las elecciones fueran limpias, pero fueron criticadas por los miembros de los partidos de oposición a los cuales se les negó participación en ellas. Después de las elecciones Ter-Petrosyan volvió a nombrar primer ministro a Hrant Bograytan.
La nueva Constitución fue aprobada por más de las dos terceras partes. Aunque los críticos decían que el nuevo documento le dio demasiado poder al presidente, los funcionarios del gobierno los refutaron con el argumento que, por el contrario, limitaba sus poderes a la vez que fortalecía una rama judicial independiente.

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Los años de los Jóvenes Turcos

Los primeros años de la era de los Jóvenes Turcos, de 1908 a 1918, fueron el período más democrático de la historia otomana. Se restauraron la Constitución y el parlamento, y se formaron partidos que competirían por el liderazgo político. El más prestante de estos fue el CUP, fundado y apoyado por los Jóvenes Turcos, aunque también florecieron otros partidos. El Tanzimat (3) se democratizó, y la industria y la agricultura se desarrollaron y se crearon técnicas presupuestarias modernas. Sin embargo, la Primera Guerra de los Balcanes, en 1912, condujo a una revuelta dentro del CUP y a que un triunvirato, encabezado por Enver Pasha, intentara tomarse el gobierno. El triunvirato se aprovechó del desacuerdo que hubo entre los triunfantes estados de los Balcanes para controlar nuevamente a Edirne (4) en la Segunda Guerra de los Balcanes, en 1913. Inicialmente, el triunvirato trató de evitar participar en la Primera Guerra Mundial, que se inició en 1914, pero hubo varios factores que resultaron en que se hiciera una alianza con los Poderes Centrales y que Turquía entrara a la guerra ese año. Esos factores fueron: la oferta que hizo Alemania de recuperar provincias perdidas, la confiscación de navíos de guerra por parte de Gran Bretaña que estaban siendo construidos en ese país y las manipulaciones de Enver Pasha. Las fuerzas turcas tuvieron un buen desempeño en la campaña de Galipoli (5) y rechazaron y capturaron una fuerza expedicionaria en Al Kut, Iraq. Una campaña en la Península del Sinaí, cuyo objetivo era capturar el Canal de Suez y Egipto, fue infructuosa y condujo a que los británicos organizaran un revuelta en la Península Arabe. Con ayuda de los árabes, una fuerza británica apostada en Egipto invadió Siria y llegó al sur de Anatolia para cuando la guerra terminó. La derrota de una campaña militar al Caúcaso al comienzo de la guerra, encabezada por Enver Pasha, se debió más a mala organización y revueltas en las provincias orientales que a los rusos. Estos invadieron las regiones orientales y centrales de Anatolia en 1915 y 1916, hasta que la Revolución Rusa de 1917 puso fin a la campaña. Los efectos destructores de esas invasiones se vieron complicados por revueltas internas, hambruna, inanición y enfermedades. Unos 6 millones de personas de todas las religiones, o sea la cuarta parte de la población turca, murió o fue muerta, y la economía quedó destrozada.
Al final de la Primera Guerra Mundial, en 1918, y tras la rendición de Turquía, el gobierno turco fue colocado bajo la autoridad de las fuerzas Aliadas de ocupación, encabezadas por Gran Bretaña. En la Conferencia de Paz de París, celebrada en esa ciudad en 1919, participaron las naciones vencedoras de la contienda —Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón— e impusieron sanciones a las derrotadas: los Poderes Centrales. Las provincias de los Balcanes y árabes serían cedidas y las áreas ocupadas por poblaciones predominantemente turcas en Anatolia oriental y central estarían bajo control extranjero o minoritario. Un ejército griego de considerable tamaño ocupó Izmir en 1922 e invadió el suroccidente de Anatolia, pero las masacres de la población turca a manos de los griegos hicieron que los Aliados les retiraran su apoyo a aquellos. En reacción al propuesto acuerdo de paz y a la invasión griega, el movimiento nacionalista turco surgió en Anatolia bajo el liderazgo de Mustafá Kemal. Durante la Guerra de Independencia Turca, entre 1918 y 1923, éste puso resistencia a las condiciones de los Aliados, expulsó a los griegos y a las fuerzas de ocupación británicas, francesas e italianas, e impuso varios términos, que se incluyeron en el Tratado de Lausana. En el tratado, firmado en esa ciudad suiza en 1923, se estipuló que las áreas turcas de Tracia y Anatolia oriental formarían su propio estado. Tras esta victoria se proclamó una república turca, con Ankara como capital. El gobierno del sultán, con sede en Estanbul, dejó de existir en 1923.
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¿Quiénes son los kurdos?

Los kurdos son una tribu seminómada que habita en la región de Kurdistán, que bordea con Irán por el oriente, con Turquía por el norte, con Siria por el occidente y con el resto de Iraq por el sur. Su lengua es el kurdo, que pertenece a la rama de los idiomas indoeuropeos. La mayoría son sunitas —musulmanes ortodoxos— y viven en pueblos pequeños. Muchos se dedican a la cría de ovejas y su principal manufactura son alfombras finamente tejidas. Se dedicaron a la agricultura apenas recientemente, al integrarse a las sociedades de las regiones donde viven. Se estima que, a mediados de la década de los noventa, su población era de 26 millones. La mitad vive en Irán, Iraq y en varias de las repúblicas que pertenecieron a la Unión Soviética, incluyendo Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Kazajstán, Kirguistán y Turkemenistán. Es difícil obtener una cifra exacta del total de la población kurda.
Los kurdos, que no son árabes, resistieron las invasiones de muchos pueblos guerreros, pero fueron subyugados por los seljuks en el siglo XI e integrados al Imperio Otomano en el XIV. En el siglo XIX muchos kurdos abogaron por un estado independiente. El Tratado de Sevres (6), que los Aliados firmaron con Turquía en 1920, le prometió a los kurdos un estado autónomo, pero la promesa no se cumplió. Mustafá Kemal se esforzó, por un lado, por forjar una identidad nacional turca fuerte pero, por el otro, reprimió la cultura e identidad kurdas, lo que llevó a una serie de alzamientos. Desde 1925 ha habido revueltas kurdas en Turquía, Irán e Iraq.
En 1970, después de más de ocho años de guerra casi continua, el gobierno iraquí le prometió a los kurdos autonomía en una región al noreste de Iraq. La puesta en práctica de esta promesa, en 1974, no satisfizo las expectativas de los kurdos y la contienda continuó. La rebelión de los kurdos fracasó en 1975, después de que Irán les retiró su apoyo, como parte de un acuerdo fronterizo con Iraq. En 1988 miles de kurdos fueron muertos, algunos con armas químicas, y cientos de pueblos kurdos fueron destruidos por tropas iraquíes después de que guerrillas kurdas apoyaron a Irán en la guerra de éste contra Iraq. En marzo y abril de 1991, inmediatamente después de la Guerra del Golfo Pérsico, hubo un levantamiento contra el régimen del presidente iraquí Saddan Hussein, en su mayoría de kurdos, pero los rebeldes kurdos, pobremente armados y sin experiencia, fueron fácilmente derrotados por fuerzas del gobierno. Más de un millón de kurdos se refugiaron en Turquía, Irán y las regiones montañosas del norte de Iraq. Se cree que muchos civiles murieron en la rebelión o al huir de Iraq. Los kurdos le exigían a Hussein que cumpliera la promesa de crear una región autónoma en ese país, pero las negociaciones con el gobierno no produjeron resultados. Para 1992, unos 600.000 kurdos permanecían en campos de refugiados en el norte de Iraq, bajo protección de la ONU. A pesar de que existe una región kurda en el norte de Iraq, que tiene la protección de ese organismo internacional, Irán, Siria y Turquía han tomado la posición de Iraq respecto a la región —éste tiene el derecho a ella— y, por lo tanto se oponen a que los kurdos tengan su propio estado. Los conflictos entre los grupos kurdos, el principal de los cuales es el Partido de los Trabajadores de Kurdistán, y el gobierno de Turquía, donde los partidos políticos kurdos se consideran separatistas, continuaron en la década de los noventa. En marzo de 1995, Turquía envió 35.000 soldados al norte de Iraq para acabar con los rebeldes kurdos y repelerlos hacia la frontera sureste con Turquía. El conflicto entre este país y las guerrilas kurdas empezó en 1984 y para 1995 había cobrado unas 150.000 víctimas.
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(1) Vocablo ruso que significa “apertura” o “trasparencia”. Fue usado por frecuencia por Gorbachev para referirse a las actividades del gobierno soviético durante la segunda mitad de la década de los ochenta. (N. del T.)

(1) Azerbaiyán y Armenia sostuvieron una guerra por el territorio entre 1992 y 1994 en la cual murieron unas 30.000 personas. La mayoría de los habitantes del territorio eran cristianos. (N. del T.)

(1) Palabra turca que siginifica “reorganización” y que se refiere a una serie de reformas hechas en el Imperio Otomano que tuvieron como objetivo llevar a éste de un estado teocrático a uno moderno. (N. del T.)

(4) Ciudad situada cerca a la frontera con Grecia y Bulgaria que fuera capital del Imperio Otomano de 1365 a 1453. Se conoció en la antigüedad como Adrianópolis. Constantinopla, llamada luego Estanbul, la reemplazó como capital. (N.del T.)
(5) Se conoció también como la Campaña de los Dardanelos y se peleó en la península de Galipoli entre el 25 de abril de 1915 y el 9 de enero de 1916. Las tropas británicas y francesas se unieron para capturar a Constantinopla y así abrir una ruta marítima hacia Rusia. La batalla resultó en desastre para los Aliados, que sufrieron más de 52.000 bajas. Turquía tuvo unas 22.000. (N. del T.)
(6) El tratado también creó las naciones de Iraq, Siria y Kuwait. (N. del T.)

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Mustafá Kemal Ataturk
(1881-1938)
Soldado, líder nacionalista y estadista que fundó la República de Turquía y fue su primer presidente, cargo que ocupó de 1923 a 1938. El nombre de Ataturk (“padre de los turcos”) le fue dado en 1934 por la Asamblea Nacional como tributo por su servicio a la nación turca. Hijo de un oficial de menor rango que luego se hizo comerciante de madera, Mustafá Kemal nació en Salónica (1) el 12 de marzo de 1881. A los 12 años fue enviado a academias militares en Salónica y Monastir (2), que eran focos de nacionalismo antiturco encabezados por griegos y eslavos. En 1899 entró a la academia militar en Constantinopla, de donde egresó con el grado de capitán en 1905.

Soldado y revolucionario

Después de graduarse, Ataturk fue enviado a Siria debido a las actividades secretas que llevó a cabo a nombre de los Jóvenes Turcos contra el gobierno autocrático del Imperio Otomano, del cual Turquía formaba parte. En 1906 fundó en Siria una sociedad secreta llamada Patria y Libertad, y al ser transferido a Salónica el año siguiente se hizo miembro del CUP, el cual encabezó la revolución de los Jóvenes Turcos, en 1908, contra el sultán Abdul-Hamid II. Sin embargo, no era parte del círculo íntimo del CUP y, por lo tanto, no jugó ningún papel en la revolución.
Ataturk luchó en Libia contra Italia en 1911 y 1912, y fue ascendido a mayor en noviembre de 1911. Organizó la defensa de los Dardanelos durante la Guerra de los Balcanes, que duró de 1912 a 1913, y sirvió de agregado militar en Bulgaria en octubre de 1913. Durante la Primera Guerra Mundial, en la cual Turquía se alió con Alemania, Ataturk ganó renombre como militar en la campaña de Galipoli, en 1915, cuyo papel crucial para rechazar la invasión de los Aliados. En 1916 sirvió en el Cáucaso y en Siria, donde se le puso al mando de una división del Segundo Ejército. El armisticio entre el Imperio Otomano y los Aliados se firmó en octubre de 1918 en la isla griega de Lemnos y Ataturk regresó en noviembre a Constantinopla, la capital, que se hallaba ocupada por tropas francesas y británicas.
El 15 de mayo de 1919 una división del ejército griego ocupó Izmir, en la costa sur de Anatolia, y Ataturk, que había sido nombrado inspector del Tercer Ejército en esa región, llegó el 19 (3) a Samsun, un puerto sobre el Mar Negro al nororiente de Ankara. Inmediatamente se dedicó a unir el movimiento nacionalista turco y a crear un ejército para la defensa. Primeramente, sin embargo, los nacionalistas tenían que combatir el régimen del sultán, con sede en Constantinopla, que parecía dispuesto a permitir la partición del territorio nacional. El 22 de junio Ataturk proclamó la Declaración de Amasya (4), en la cual llamaba a la resistencia nacional contra la invasión de fuerzas extranjeras. Para 1920, el gobierno había perdido credibilidad por estar de acuerdo con que los aliados ocuparan Constantinopla y haber firmado el Tratado de Sevres, el cual reconocía el control de los griegos sobre partes de Anatolia. Ataturk, mientras tanto, organizó un gobierno provisional en Ankara en abril de 1920. Después de derrotas iniciales, ganó batallas decisivas contra las fuerza griegas en Sakarya en agosto de ese año y en Dumlupinar en agosto de 1922. En septiembre de ese mismo año volvió a ocupar a Izmir.

Líder nacional

Una vez hizo frente a las amenazas externas, Ataturk dedicó su atención a las fuerzas conservadoras que rodeaban al sultán. El 1 de noviembre de 1922 fue abolido el sultanato y la república se proclamó el 19 de octubre de 1923, con Ataturk como su primer presidente. Fundó el Partido Popular en agosto de 1923, cuyo nombre fue cambiado a Partido Republicano Popular en 1924. Estableció también un régimen de un solo partido que, con la excepción de dos breves experimentos con partidos de oposición —de 1924 a 1925, y en 1930— existió hasta 1945.
Ataturk creó un estado moderno y secular, e hizo uso de su gran prestigio y carisma para llevar a cabo un vasto programa de reformas. Algunas de ellas fueron abolir el califato, que representaba la autoridad religiosa de los sultanes, así como otras instituciones islámicas; imponer códigos de leyes, vestido y calendarios al estilo occidental; usar el alfabeto latino; y abolir los estatutos que declaraban que el islam era la religión del estado. En 1926 se descubrió un complot para asesinarlo y, tras un juicio, 15 de sus rivales políticos, incluyendo varios líderes del CUP, fueron hallados culpables y ahorcados. Los demás fueron enviados al exilio.
Para 1931, la ideología del régimen, conocida como kemalismo, o ataturkismo, se definió en seis principios: republicanismo, nacionalismo, populismo, centralización de los poderes estatales en asuntos sociales y económicos, secularismo y la difusión de principios revolucionarios. Aunque gobernó como autócrata, su régimen se basó en una alianza entre las burocracias civiles y militares, la nueva burguesía y los propietarios de tierras. El principal objetivo de Ataturk había sido salvar a su pueblo de la humillación y transformar a Turquía en una nación moderna y para el siglo XX, lo cual persiguió con determinación total y delicadeza política. Su característica más esencial, quizás, fue su realismo político, con el cual pudo llevar a cabo reformas sin aventuras desastrosas y permitir que Turquía viviera en paz con sus vecinos.
Falleció de cirrosis hepática el 10 de noviembre de 1938 debido a su afición por el alcohol. Al día siguiente, la Asamblea Nacional eligió como segundo presidente del país a Ismet Inonu.
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(1) Hoy se halla en Grecia y se conoce como Thessalonika. (N. del T.)

(1) Hoy se conoce como Bitola y forma parte de la República de Macedonia. (N. del T.)

(1) El 19 de mayo marca el comienzo no oficial de la Guerra de Independencia. (N. del T.)

(4) Capital de la provincia del mismo nombre, al norte de Turquía. (N. del T.)

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Enver Pasha
(1881-1922)

Militar y líder nacionalista turco que fue Ministro de Guerra de Turquía y Comandante en Jefe otomano durante la Primera Guerra Mundial. Conocido también como Ismail Enver o Enver Bey, nació en Constantinopla el 23 de noviembre de 1881, se graduó de la escuela militar en 1902 y prestó servicio en Macedonia, donde combatió contra guerrillas nacionalistas griegas y búlgaras. En 1906, se hizo miembro de los Jóvenes Turcos, el grupo nacionalista secreto conocido oficialmente como CUP. Emergió como el principal héroe de la revolución que acaudillaron aquellos en 1908, la cual restauró el Parlamento, que el sultán Abul-Hamid II había suspendido en 1878.
Fue enviado como agregado militar a Berlín en 1909, pero regresó ese mismo año a aplastar la contrarrevolución. Luchó con distinción contra Italia en Libia entre 1911 y 1912, y regresó a Constantinopla durante la desastrosa Guerra de los Balcanes, para participar en un segundo golpe de estado encabezado por el CUP en enero de 1913. Ese golpe de estado derrocó la coalición de la Unión Liberal. En 1913 volvió a capturar Edirne, que Bulgaria ocupó ese mismo año durante cuatro meses. Nombrado Ministro de Guerra en 1914, Pasha tuvo la misión de reformar el ejército, que se hallaba desmoralizado. En agosto de ese año ayudó a negociar la alianza de Turquía con Alemania y durante la Primera Guerra Mundial concibió un plan que benefició la estrategia de Alemania. Sin embargo, sus sueños de un imperio que incluiría a todos los pueblos turcos o a todos los pueblos musulmanes terminaron en fracaso. Después de la victoria Aliada al final del conflicto, en 1918, huyó a Alemania y luego a Asia Central, donde trató de organizar la resistencia musulmana contra los soviéticos. El 4 de agosto de 1922, a los 40 años de edad, fue muerto en Tayikistán en un combate con fuerzas soviéticas. Sus restos fueron llevados a Turquía en 1996.
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Sultán Abdul-Hamid II
(1842-1918)

Sultán otomano de Turquía entre 1876 y 1909, hijo de Abdul-Majid I. Sucedió a su hermano Murad V, que había sido declarado mentalmente incompetente. Durante el segundo año de su gobierno Rusia le declaró la guerra a Turquía en respuesta a las acciones de ésta en los Balcanes. En 1876, promulgó la primera Constitución otomana. Sufrió desastrosos reveses militares y, según los términos del tratado de San Stefano (1), firmado en 1878 entre Rusia y el Imperio Otomano, se le privó de la mayoría de sus posesiones en Europa.
Aficionado a la ópera, fue el trigésimotercer sultán del imperio y el útimo en gobernar con poder absoluto. Su gobierno vio la decadencia de éste. A pesar de las masacres de armenios que ocurrieron en Turquía entre 1895 y 1896, Abdul-Hamid no intervino, haciendo caso omiso a las protestas internacionales. El descontento interno con su despótico gobierno llevó a que los Jóvenes Turcos adquirieran influencia y en 1909 fue depuesto por este gobierno y enviado al exilio a Salónica, decisión que fue bien recibida por la población. Su hermano Mehmed V fue nombrado sultán. Regresó a Constantinopla en 1912, donde pasó sus últimos días escribiendo sus memorias y dedicado a la carpintería, su pasión de toda la vida. Murió en febrero de 1918 en el palacio de Beylerbeyi, en aquella ciudad, donde aún se pueden ver los muebles que hizo.
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(1) Pueblo al occidente de Estanbul conocido hoy como Yesilkoy. (N. del T.)
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Declaraciones

Durante los últimos ochenta años, muchos líderes mundiales, así como organizaciones gubernamentales e internacionales, han emitido declaraciones sobre el genocidio de los armenios y cristianos en 1915. En 1916, el presidente estadounidense Woodrow Wilson fue uno de los primeros en pronunciarse al respecto. El Congreso de los Estados Unidos, y otros mandatarios de ese país, han emitido también varias declaraciones desde esa fecha y han conmemorado el aniversario de la tragedia.
Mustafá Kemal Ataturk, fundador de la República de Turquía, condenó también a los autores de las atrocidades. Otras entidades que han emitido resoluciones y comisionado reportes han sido el Parlamento Europeo, las Naciones Unidas, el Congreso Mundial de Iglesias y la Duma rusa (1).
En 1919, un tribunal militar turco juzgó y sentenció a los líderes que organizaron la destrucción de las poblaciones armenias y cristianas del Imperio Otomano. Se ha dicho que esos juicios han servido de precedente a los de Nuremberg (2). El genocidio ha sido reconocido como un “crimen contra la humanidad”.  Que estas atrocidades jamás se olviden y, lo que es más importante, que nunca ocurran otra vez.

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Las masacre de 1915 nos han afectado profundamente a todos y juntos lloramos la pérdida de tantas vidas inocentes.
Presidente estadounidense William Jefferson Clinton, 24 de abril de 1994

[La tragedia] no se entiende en términos humanos. Los designios de Dios no son nuestros designios. Todo ahora es un misterio, pero en el cielo encontraremos las respuestas a nuestros muchos porqués.
Sobreviviente de la masacre

. . .  Es probablemente una de las peores tragedias que le ha podido ocurrir a un grupo. Y no hubo juicios como los de Nuremberg.
Presidente estadounidense Jimmy Carter, 29 de mayo de 1978

Nos habíamos vuelto como animales y, como animales, no teníamos muchos sentimientos. Nos habíamos resignado a llorar, a tener hambre, a caminar. Sabíamos que ese era nuestro destino. Después de un tiempo ya no tenía miedo porque no me quedaban sentimientos. Sólo nos preocupaba hacia dónde caminábamos y dónde podíamos encontrar comida y agua.

. . . Tengo confianza de que el pueblo de Estados Unidos se conmoverá para ayudar a esas comunidades, que han sido afligidas por la guerra, el hambre y las enfermedades . . . las afligidas comunidades siria y armenia.
Presidente estadounidense Woodrow Wilson, 31 de agosto de 1916

No es posible borrar de la memoria el genocidio del cual ustedes han sido víctimas. Debe grabarse en la memoria humana y este sacrificio debe servir de lección a la juventud. A la misma vez, es una lección en la voluntad para sobrevivir. Así todos van a saber . . . que esos pueblos no pertenecen al pasado, sino que son parte del presente y que tienen un futuro.
Presidente francés Francois Mitterand, 6 de enero de 1984

. . . No hay duda de que este crimen fue planeado y ejecutado por razones políticas. Se dio la oportunidad de deshacerse de la raza cristiana del suelo turco.
Sir Winston Churchill

Estos remanentes del antiguo partido de los Jóvenes Turcos, que debieron haber respondido por las vidas de millones de ciudadanos cristianos que fueron expulsados despiadadamente de sus hogares en masa y masacrados, han vivido intranquilos bajo el gobierno republicano. Hasta la fecha han vivido del saqueo, el robo y el soborno, y han hecho caso omiso a la idea o la sugerencia de dedicarse al trabajo útil y ganarse la vida con el honesto sudor de la frente.
Mustafá Kamal Ataturk, 22 de enero de 1926

Cuando las autoridades turcas dieron las órdenes para esas deportaciones, estaban dando simplemente la orden de ejecución a toda una raza. Ellos entendieron bien esto y, en conversaciones conmigo, no hicieron ningún esfuerzo para ocultarlo . . . Creo firmemente que en la historia de la humanidad no existe un episodio tan horroroso como éste.
Henry Morgenthau, embajador de los Estados Unidos en Turquía (1913-1916)

Lo que se les pide a ustedes es que protejan y cuiden a cualquiera de las comunidades sirias y armenias que vivan en sus territorios y fronteras y entre sus tribus, y que las ayuden en todos sus asuntos y las defiendan como ustedes se defenderían y defenderían sus propiedades y sus hijos, y que les den todo lo que necesiten, ya se hayan radicado allí o vayan de lugar en lugar, pues son los pueblos protegidos por los musulmanes, de quienes dijo el profeta: “Quien les quite siquiera una soga, yo seré su adversario el Día del Juicio”.
Al-Husayn Ibn Ali, en carta dirigida a los príncipes Faisal y Abd al-Aziz al-Jarba (3).
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(1) La Cámara Baja del Parlamento ruso. (N. del T.)

(1) Ciudad alemana donde, entre 1945 y 1949, se juzgaron a los oficiales y funcionarios nazis que participaron en la masacre de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. (N. del T.)

(3) Al-Husayn Ibn Ali fue sharif de Mecca de 1908 a 1917, cuando escribió el documento. (N. del T.)

BIBLIOGRAFÍA

– Ahmed, Feroz. The Young Turks. Oxford: Clarendon Press, 1969.
– Andoian, Aram. The Memoirs of Naim Bey. London: Hodder & Stoughton, 1920.
– Arlen, Michael J. Passage to Ararat. New York, New York: Ballantine Books, 1975.
– Armenian National Committee. The Armenian Genocide 1915-1923. Glendale, California. Armenian Educational Foundation, 1988
– Davison, Roderic H. Turkey. Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice Hall, 1968.
– Heyd, Uriel. Foundations of Turkish Nationalism. London: Luzac, 1950.
– Hovannisian, Richard. The Armenian Genocide in Perspective. New Brunswick, New Jersey: Transaction Publishers, 1986.
– Hovannisian, Richard. Armenia on the Road to Independence. Los Angeles: University of California Press, 1967.
– Hovannisian, Richard. Reform in the Ottoman Empire, 1856-1876. Princeton, New Jersey: Princeton University Press, 1963.
– Lewis, Bernard. The Emergence of Modern Turkey. London: Oxford University Press, 1961.
– Melson, Robert “Provocation Or Nationalism,” in The Armenian Genocide in Perspective, ed. Richard Hovannisian, New Brunswick, New Jersey: Transaction Publishers, 1986.
– Morgenthau, Henry. Ambassador Morgenthau’s Story. Garden City, New York: Doubleday, 1918.
– Sassounian, Harut. The Armenian Genocide: Documents and Declarations, 1915-1995. Los Angeles, California: Abril Printing, 1996.
– Toynbee, Arnold J. The Treatment of Armenians in the Ottoman Empire. London: H.M.S.O., 1916.
-Toynbee, Arnold J. A Summary of Armenian History. London: H.M.S.O., 1916.

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